Esta reflexión fue escrita el 15 de Marzo de 2011 con motivo del cese, por parte del entonces Alcalde de Estepona a la sazón también Presidente de la gestora, de la que era directora de aérea de la Delegación de Salud, la cual convocada junto con todos los directores de área adjuntos al Grupo Municipal Socialista en el Ayuntamiento a una reunión orgánica con la entonces gestora el partido en Estepona, trataron de imponer, sin debate alguno, estrategias de trabajo de cara a las elecciones de Mayo. Dicha directora de área discrepó de la estrategia en el fondo y en la forma y manifestó que no podía compartir esa metodología de trabajo ni el reparto de responsabilidades asignadas al entender que iría en detrimento de los resultados finales, como así fue. Ah, yo era el Concejal de Salud, que también fui cesado al mes siguiente por oponerme a un convenio urbanístico que hubiese supuesto un movimiento especulativo sin precedentes.
Recordar que en esa época la agrupación esta disuelta y los militantes suspendidos de militancia, excepto los concejales.
La traigo a colación porque se podría aplicar a la actual dirección del partido en nuestra provincia y por la “profética” conclusión con la que finalizo.
El cese de la directora de área de Salud del ayuntamiento de Estepona no es más que un signo de agotamiento y un viaje a caballo entre la sinrazón y la impotencia. Como Presidente que eres de la Gestora del PSOE en Estepona has trasladado la decisión a tu responsabilidad como Alcalde de Estepona y has cesado a un cargo institucional por el hecho de discrepar orgánicamente de un proyecto, de una estrategia electoral, en el seno de una reunión mantenida a tal efecto en la sede del PSOE.
El alejamiento del concepto progresista del liderazgo y el recelo a que se pueda visualizar una merma no ya solo de tu autoridad orgánica, sino también institucional. Ese miedo te lleva a tener que demostrar la no quiebra de ese principio de autoridad con el eslabón más débil de una cadena de responsables institucionales, decretando su cese por la entereza y honestidad de discrepar.
La necesidad de tener que visualizar esa autoridad de una forma tan primaria ante tus próximos, no hace mas que cada vez seas mas prisionero de la intransigencia y esa intransigencia la trasladas a los ciudadanos y los ciudadanos se sentirán a su vez prisioneros de un gobernante que para demostrar su autoridad tiene que recurrir en vez de a la templanza al odio cainita y desproporcionado. Y los ciudadanos antes o después se rebelaran y los “tuyos” antes o después te dejaran solo ante la ira de tu propia conciencia.