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                                                               ESTEPONA Lunes, 13 de Febrero de 2012

 

LOS CAMINOS DE LA INFANCIA

Mis primeros recuerdos datan, como no, de mi infancia en Estepona, allá por los años cincuenta, y encuentran sus orígenes  en la Calle Bermúdez; una calle empedrada, como casi todas en la época, y pendiente,  donde nos distraíamos los chiquillos jugando con restos de cañas que echábamos por las regueras cuando llovía, y ganaba aquel  cuya caña llegaba antes al final de la calle, como barquillos sin velas.

 Y los vecinos : La carpintería de Diego, Pepe, Ramón… que hacía esquina con la calle Portada, con ese olor característico a serrín y barniz, que  aplicaban a “muñequilla”, y sus cepillos, garlopas, las primeras maquinarias, los tablones apoyados contra la pared…Estaba subiendo, a mano izquierda que se diría, y en frente, “a la parte abajo” vivían Ramón y Antonia que tenían un pequeño “comercio”, por encima de ellos Lorenzo e Isabel, su mujer,  y pelín más  abajo la trastienda de Bracho, donde se hacía la matanza y llegaban los arrieros a dejar la leña para la caldera y  cuya entrada principal estaba por la calle San Antonio, justo debajo por donde vivían los Artochas, que vendían lotería y eran “limpiabotas”.

 En frente de Ramón, la familia Parrado, Mariquita Román; justo “a la parte abajo” y siguiendo en dirección a la Terraza la clínica de Juan López, “el practicante”, mi padre, junto con Morita y Juana Luna los primeros sanitarios titulados de Estepona.  Francisco López Troyano y Antonia Navarro Gil,  mis abuelos paternos, que compartían junto con la clínica, vivienda  con nosotros, mi madre Paulina, mi padre Juan y mis dos hermanos: Dolli y Roberto.

 Justo en frente de nosotros y por encima de la trastienda de Bracho, “Seña”  María Luque y su hermano “Manue”, y “a la parte abajo” el patio de María Alba y justo enfrente “Seña” Paca, que tenía un hijo, Miguel Muñoz que tocaba la guitarra en fiestas y saraos, más  abajo Teresa Gómez, cuyo patio lindaba con el nuestro.

 Seguía la calle con su gente, y continuaba por la misma acera la familia Jiménez, “seña” Bárbara, y enfrente, Tello, que tenía un puesto de verduras en el mercado,  la familia Vilches, y más abajo Bazán, María Merchán y Juan González; Sarmiento, que era Guardia Civil de Tráfico, y justo “a la parte abajo” Roque Barrios, María Pitalua que tenían una tienda de ultramarinos y por encima de ellos la familia Prieto que tenía un molino y le llamaban, claro, el molinero, continuaba la Plaza de Manilva, allí había un pozo y después pusieron una “fuente”, y enfrente de la plaza, el horno de Palacio y más  abajo Gaspar, Sala y enfrente Sánchez,  después una explanada y la calle terraza, la casa de socorro y Fullera que trabajaba en algún sitio importante.

Terraza arriba a la izquierda está la calle Papuecas, que quiere decir higuera que no da higos o ”huera”, a mitad de la calle estaba la escuela de D. Modesto  y después llegó D. Ramón y su hijo D. Raúl que enamoraba a su novia a través del ventanal que daba al patio y sobre el que colgaba la vivienda de la prometida.

 El calancha y el calanchilla, arroyos que desembocaban en el mar a través de la calle Terraza y que cuando se embovedó,  justo hasta la espalda del matadero, los chavales lo recorríamos con ”linternas” hecha con alpargatas viejas a las que  prendíamos fuego y veníamos a salir,  llenos de matute y telarañas, al actual Edificio Iberia, llamado así porque allí estaba la cafetería Iberia, propiedad de Rafael Pérez; un abrazo Faly, y que fue el primer edificio que se construyo de carretera a playa poniendo cerco al Paseo del Carmen, donde también estaba la Mezquita y el Dos de Mayo y el Kiosco y el cine Miramar, con D. Julián que era el encargado de que nadie se colara y de mantener el orden entre la chiquillería que aclamábamos las películas del Oeste interpretadas por  “Bostele”, “Camina” y “Mojones”, a saber cómo se llamarían aquellos actores.

El Huerto de la Latera y la noria donde alguna vez se cayó algún burro que murió ahogado y justo enfrente de la noria la ultima casa de Estepona  a la que se entraba por la Plazoleta del Huerto o Jardín,  donde vivían María García Montesino y  Diego López Guerrero, mis abuelos maternos y que por detrás daba al campo. Recuerdo que tenía un  “carabanchón”  misterioso que colmaba mis  fantasías.

Recuerdo el peñón del rayo y los cuatro caminos. Y las bandas, la más famosa, la banda del “Chico”, un rubiaco tremendo y temible. Recuerdo las hondas, las “elastiqueras” y los arcos con sus flechas hecha de varillas de paraguas, casi na… A parte de “guerrear” jugábamos a piola y a la cuatro esquinas, a las bolas -hoyito tengo- y al trompo. Entre juegos y batallas comíamos “chochitos”, una flor blanquecina de no recuerdo que árbol; después los “altamuces” se apropiaron del seudónimo. No puedo olvidar el Callejón del Infierno que comunicaba, entre cañaverales, la Lobilla con la Cala.

Y personajes como Reina, la “Paquera”, “Shasisco” que creo que murió atropellado y que cuando le silbábamos los chavales se “enfurecía” con su inocencia de niño grande.

Y se quedaran en el recuerdo muchas cosas y algunas de las descritas quizás carezcan del rigor  reglamentario,  pero tened presente que son recuerdos de uno que fue niño allá por los años 50. Quizás más  adelante cuando la edad empiece a cobrarse el tributo que el tiempo exige, recordare lo más  lejano y empezare a olvidar lo reciente y entonces mis recuerdo se ajusten más a la realidad de un tiempo vivido que vuelva para acompañarme sosegadamente  a los orígenes.

SERGIO LÓPEZ

 

Tag(s) : #ARTICULOS DE OPINION
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