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Esetpona 18 de diiembre de 2011
LA MORDAZA DEMOCRATICA
Habría que escribir un tratado sobre la contradicción que encierra el concepto partidista de democracia interna; sin duda un concepto trazado desde lo más profundo del aparato de los partidos.
Cuando es preciso silenciar a los adversarios, a los diferentes a los que se atreven a pensar en voz alta, se suele acudir a estigmatizarlos con que han vulnerado la democracia interna del partido y siempre la misma obscena propuesta: el partido tiene mecanismos de participación y lugares de encuentro y debate como para no tener que sacar fuera la discrepancia. Pero es que a veces es saludable que el ciudadano de a pie sepa que existe vida fuera de las endogámicas estructuras partidista. Es necesario decirle a ese ciudadano que estamos aquí y queremos hacerlos participe de nuestros desencuentros para que participen en la solución.
Por eso los osos cavernarios, aquellos que guardan la guarida con saña, dispuestos a defender las esencias ideológicas con la sangre de sus compañeros, siempre nos amenazaran con la aplicación de las medidas correctoras que sean precisas si nos atrevemos a discrepar, pero esa mordaza democrática con la que amenazan estalla en mil pedazos cuando el cansancio acumulado dice basta y se rebela no ya el militante sino el ciudadano que se siente participe de la vida política sin necesidad de militar en ningún partido, sino por el hecho incuestionable de su derecho a votar.
Ese ciudadano es el que empuja a determinados militantes y en épocas concretas de la vida partidista a discrepar y a expresar su desencuentro públicamente y esa publicidad en vez de ser saludada con satisfacción por los puristas, son recibidas como una afrenta a su poder y ante el temor a ser desposeído del mismo, cargan todas las baterías del aparato para desacreditar a los críticos ante la opinión pública y ante estructuras superiores del propio partido esgrimiendo los estatutos como una biblia salomónica de o conmigo o contra mí.
Disciplina de voto, democracia interna...herramientas castradoras de la voluntad democrática, nunca al servicio de la ideología y casi siempre al servicio de intereses personales. Ese férreo cinturón que rodea a la militancia y que le impide tener espacio para expresarse más allá de las estructuras impermeables de los partidos es lo que hace que el ciudadano de a pie haya confundido últimamente los valores conservadores con los progresistas y ya no sepa quién es quién en esta colmena.
El PSOE tiene una deuda moral con los progresistas españoles y esa deuda solo puede saldarse desde la refundación de sus estructuras a través de estrategias más flexibles en las que quepan todas las voces y de la que sean expulsados los tahúres ideológicos y los conspiradores. Es la única manera de que el socialismo vuelva a aparecer ante el ciudadano como una opción creíble y con perspectiva de futuro.
Sergio López