
La ambigüedad del líder de la federación más poderosa sobre un golpe de timón preocupa al equipo de Rubalcaba. La fecha de las primarias agita el debate
“El PSOE andaluz es el corazón y la columna vertebral del PSOE”, dijo Alfredo Pérez Rubalcaba el 4 de febrero en Sevilla. Ese día, con ese discurso, trataba de amarrar los últimos votos, decisivos, para ser aupado a la secretaría general del partido en el 38º congreso federal. Y sabía que a esa hora la poderosa federación andaluza —que representa al 25% de la militancia socialista española— se inclinaba por su rival, Carme Chacón. Al final ganó él por solo 22 votos. Andalucía no votó de forma uniforme. El líder de los socialistas andaluces, José Antonio Griñán, no llegó a significarse (su equipo sí: a favor de Chacón). Rubalcaba ganó la secretaría general y nombró a Griñán presidente del PSOE.
Nunca en democracia tuvo tan pocos alcaldes —apenas ocho de los 52 de capital de provincia—, tan pocos Gobiernos autónomos —cuando se consume el cambio de lehendakari, conservará solo dos de 17: Andalucía y Asturias— y tan pocos diputados en el Congreso (110).
La razón de esta paradoja es sencilla: “Mucha gente sigue asociando lo que está pasando con el último tramo del Gobierno de Zapatero, porque la crisis empezó en esos años. Y siguen culpando a los socialistas”. El propio Rubalcaba ha apelado en estos días a esa herencia recibida de Zapatero.
A esa herencia se suma otra: el auge nacionalista y el discurso que ante él construye a toda prisa el PSOE. El Estatuto catalán, cuya redacción final fue pactada por Zapatero y Artur Mas cuando este aún estaba en la oposición, y que el Constitucional aceptó en muchos puntos pero tumbó en otros, se ha quedado ya pequeño para las aspiraciones de CiU.
“restablecer la alianza con los sectores progresistas de la sociedad”. Ahí se enmarca la propuesta de reforma fiscal global que los socialistas confían en poner en el centro del debate. Junto a él estará la discusión territorial, en la que Andalucía ya ha dicho que quiere jugar un papel “central”.
La dirección federal se inclina por dejarlas para 2014, después de las elecciones europeas; pero algunos presionan para adelantarlo a 2013.
Emiliano García-Page, que respalda a Rubalcaba, , pidió sin embargo el jueves que asuma la responsabilidad de “propiciar” a medio plazo un cambio que considera “impepinable”, y auguró que este llegará en 2013. Guillermo Fernández Vara, secretario general en Extremadura, sostiene por el contrario que es mejor esperar: “El problema es de liderazgo de las ideas. Ocupémonos de eso primero; en 2014 ya llegará lo demás”, dice.
Y entonces surgirá otra duda mayor: no ya el cuándo, sino el quién. “No hay liderazgos emergentes en el PSOE”, admite un dirigente. “Tenemos un grave problema de cuadros jóvenes”, abunda otro. Y un tercero apunta: “Dependerá de la evolución de la crisis: no es lo mismo presentarse siendo consciente de que no se puede ganar al PP hasta dentro de ocho años que hacerlo si hay una oportunidad de ganarles ya. No se presentarán los mismos”.