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Los obispos escriben el guion y la derecha lo interpreta: así funciona la estrategia de la Iglesia para colar su agenda política
Los sociólogos Ignacia Perugorría y Joseba García Martín analizan para 'Público' las relaciones de la jerarquía católica con las derechas y las organizaciones laicas de inspiración cristiana e ideología neocon.
Una persona sostiene un rosario durante una concentración para rezar colectivamente.Europa Press
Sevilla-
Las relaciones de la Iglesia católica con los partidos de la derecha y la ultraderecha y con las organizaciones que trabajan en esa órbita, como Hazte Oír, Abogados Cristianos y otras, está hecha de un tejido muy particular. Por un lado, mantienen estrategias y tácticas compartidas y comunes, y al mismo tiempo, existen momentos, y asuntos, los menos, también de distanciamiento en sus posiciones.
Ejemplos de ello se han tenido esta misma semana con la irrupción inaudita de la cúpula de los obispos en la actualidad política, con su meridiana petición de convocatoria de elecciones en plena ofensiva de PP y Vox contra el Gobierno de PSOE y Sumar tras el estallido del caso Cerdán. Y también con la visualización de una posición completamente divergente de Vox y de presión al PP al respecto de la política migratoria. La Iglesia quiere que se apruebe la ILP de regularización de migrantes que sigue atascada en el Congreso después de haber llegado allí con alrededor de 700.000 firmas.Joseba García Martín e Ignacia Perugorría, profesores de Sociología en la Universidad del País Vasco, han estudiado en diversos trabajos (como, por ejemplo, El campo antiderechos en España: ciclo de protesta y redes de organizaciones neoconservadoras de inspiración católica 1978-2023) el fenómeno de las relaciones de la Iglesia y la jerarquía católica con PP y Vox, y también con lo que llaman en sus trabajos organizaciones organizaciones laicas de inspiración cristiana e ideología neoconservadora, OLIC-N las denominan.
"Podría decirse que la Iglesia —o al menos la Conferencia Episcopal— actúa como 'guionista' de las posturas defendidas por estas organizaciones, en el sentido de que marca las líneas doctrinales generales", afirman los profesores en una respuesta por escrito a un cuestionario enviado por Público.
Sin embargo, añaden, la Iglesia tiende a mantenerse "al margen de las movilizaciones públicas, probablemente consciente de lo impopular que puede resultar su presencia explícita en el espacio público y de lo contraproducente que eso sería para acercarse a sectores más amplios de la sociedad".
"No existe —añaden— una relación orgánica ni institucional entre ellas: estas organizaciones son jurídicamente aconfesionales y, además, utilizan un discurso deliberadamente secularizado. Pero sí hay una clara proximidad ideológica".
"En realidad —profundizan—, esta separación entre el campo religioso y el civil es en parte estratégica. Les permite construir mayorías más amplias y generar espacios de visibilización e influencia que trascienden lo estrictamente religioso".
"La Iglesia, por su parte, no impulsa directamente a estas organizaciones, pero tampoco las desautoriza. En momentos clave —por ejemplo, ante leyes como las del aborto, la eutanasia o ciertos aspectos de la educación— vemos que puede haber sintonía a través de documentos vaticanos o intervenciones en medios por parte de la Iglesia española que van en paralelo a la movilización en el espacio público de las organizaciones laicas de inspiración cristiana e ideología neoconservadora", aseguran los profesores.
PP y Vox
Sobre la relación de la Iglesia con el PP, García y Perugorría sostienen que "ha estado marcada, en los últimos años, por una desconfianza mutua, pero también por una cierta dependencia estratégica".
"El caso de la fallida reforma del aborto impulsada por Ruiz-Gallardón fue clave para intensificar ese malestar", consideran los sociólogos.
"La Iglesia no tiene muchas más opciones viables en el escenario político, y en ese sentido, mantiene con el PP una relación ambivalente: crítica en lo moral, pero pragmática en lo institucional", agregan.
"Vox no ha sustituido —analizan los sociólogos— automáticamente al PP como interlocutor preferente. Aunque sectores muy ideologizados del campo [de las organizaciones antiderechos], como los vinculados a CitizenGO-HazteOír, han abrazado sin reservas el discurso beligerante de Vox, no ocurre lo mismo con el conjunto del activismo católico, ni mucho menos con la Conferencia Episcopal, que es una organización más compleja, en tanto que hay distintas opiniones sobre la relación religión-política-sociedad, de lo que a veces se pinta".
"De hecho, muchos militantes y simpatizantes católicos no se sienten cómodos con el tono agresivo, polarizador y xenófobo del partido de Abascal. La Iglesia institucional sigue una lógica más posibilista y pragmática: si bien no renuncia a influir en el debate público, prefiere entablar relaciones estables con fuerzas con capacidad real de gobierno", aseguran.
Estructuras reducidas, con excepciones
Sobre el poder de las organizaciones del campo antiderechos, García y Perugorría exponen: "En términos generales, no estamos hablando de organizaciones con grandes recursos ni con una visibilidad pública sostenida. Salvo excepciones muy concretas —como CitizenGo-HazteOír y su entorno, que sí han logrado una proyección mediática relevante, especialmente a través de campañas provocadoras— la mayoría de los actores operan con estructuras reducidas, dependencia del voluntariado, y una lógica de activismo bastante intermitente".
"Dicho esto, su influencia tampoco debe subestimarse. A pesar de sus limitaciones estructurales, han conseguido instalar marcos discursivos muy efectivos en el debate público, especialmente en torno a cuestiones como el aborto, la eutanasia, la educación afectivo-sexual o la libertad de conciencia", añaden.
"Y, sobre todo, han contribuido de manera muy clara a construir la narrativa que luego ha sido asumida y amplificada por Vox en cuestiones relacionadas con libertades y derechos de la ciudadanía, especialmente en el ámbito de lo que se han llamado las políticas morales (aquellas políticas altamente sensibles, por abreviarlo)", abundan.
"No tienen la capacidad de dictar la agenda política, pero sí han sido capaces de generar conflicto simbólico, de tensionar el debate público, y de activar a determinados sectores sociales que se sienten interpelados por un relato de amenaza cultural y regresión moral. Son, claramente, agentes polarizantes con gran eco, en la actualidad gracias a la amplificación del discurso que hace Vox", añaden.
"Su fuerza no reside en lo numérico ni en lo institucional, sino en su capacidad para introducir ruido, crear controversia, y moldear parte del clima ideológico que ha hecho posible la emergencia de una derecha ultraconservadora con fuerte contenido moral", resumen.
Hacia el futuro, analizan los sociólogos: "En el marco de un futuro gobierno de coalición PP-Vox éstas organizaciones pueden ser relevantes, empujando al PP a través de Vox a revertir derechos conseguidos como el relacionado con el proceso final de vida, la salud sexual y reproductiva o las políticas de igualdad de género".
Denuncias
Además, estas organizaciones han desarrollado formas de intervención "eficaces a través de denuncias judiciales, escraches mediáticos, articulación internacional o campañas digitales que "les permiten estar presentes en momentos clave, aunque no tengan un papel estructural continuo".
Aquí entra en juego Abogados Cristianos, que se cuela una y otra vez, junto a otras organizaciones, en los medios a través de su activismo judicial: "No es que sea el actor más influyente a nivel estructural, ni el más antiguo o articulador, pero ha sabido ganar una visibilidad enorme, sobre todo en medios y redes sociales, y eso le ha dado un peso simbólico bastante relevante".
"También es importante destacar que, aunque a veces se les atribuye una conexión directa con la Iglesia, lo cierto es que la Conferencia Episcopal suele marcar cierta distancia, probablemente por el estilo confrontativo y judicializado que utiliza esta organización. Juegan un papel complementario, pero muy eficaz, dentro del ecosistema de las organizaciones antiderechos", agregan los investigadores.
"Otras organizaciones, tal vez más desconocidas, como Centro Jurídico Tomás Moro están más alineadas con organizaciones como CitizenGo-HazteOír, y son organizaciones también jurídicas católicas", plantean los profesores.
"Lo que éstas hacen —explican—, básicamente, es una forma muy específica de activismo jurídico, no tanto esperando que prosperen judicialmente, sino buscando generar controversia pública, marcar agenda, y movilizar a ciertos sectores sociales sensibles a la idea de que los cristianos están siendo perseguidos o discriminados. En ese sentido, funcionan casi como organizaciones de agitación jurídica, muy eficaz en la producción de conflicto simbólico con el gobierno y colectivos progresistas".
Sin embargo, el lugar de éstas dentro del campo antiderechos "es más bien periférico", a juicio de Perugorría y García. "No son quienes articulan estratégicamente el conjunto del entramado, ni quienes lideran las grandes coaliciones o las movilizaciones más amplias. Pero sí son útiles —y muchas veces funcionales— a los intereses del campo, porque colocan temas en la agenda, tensionan los límites de lo jurídicamente aceptable, y refuerzan el marco de la libertad religiosa como derecho amenazado".
Movimiento Hakuna
Un aparte, para los profesores, merece Movimiento Hakuna: "Es, sin duda, uno de los fenómenos más llamativos dentro del catolicismo español reciente". "Nace a raíz de la Jornada Mundial de la Juventud de 2013 y crece de forma rápida, sobre todo entre jóvenes universitarios y profesionales, con una propuesta que combina espiritualidad, música, comunidad y afectividad", explican.
"Es un movimiento explícitamente religioso, aprobado por el Arzobispado de Madrid, y promovido con entusiasmo por el papa Francisco. En ese sentido, no es una organización política ni forma parte del campo [antiderechos]. Tampoco participa —ni institucional ni colectivamente— en movilizaciones públicas o campañas promovidas por ese campo".
Ahora bien, plantean Perugorría y García, "otra cosa son los jóvenes católicos que forman parte de Hakuna —los llamados hakuners— que, como ciudadanos, ejercen sus derechos políticos y participan en movilizaciones impulsadas por organizaciones [antiderechos] cuando estas conectan con su marco moral y espiritual".
De algún modo, "están cuadrando el círculo", agregan los expertos: "Por un lado, viven su fe, y por otro, se movilizan individualmente en causas que perciben como coherentes con su vivencia católica, como la defensa de la llamada cultura de la vida en organizaciones como el Foro de la Familia, CitizenGo-HazteOír o diferentes organizaciones del ámbito [autodenominado] provida".
"Lo interesante —remachan— es que Hakuna, sin ser un actor político en sí mismo, acaba funcionando como un espacio de socialización católica desde el cual se moviliza afectivamente a una generación. Su impacto no es tanto institucional como cultural: produce formas de identidad católica que, aunque desligadas de la lógica militante tradicional, acaban permeando también en el campo más amplio de movilización pública".