La época más revolucionaria de la historia
Vivimos la era más agitada de la historia según el estudio World Protest 2006-2014, de Initiative for Policy Dialogue y Friedrich Ebert Stiftung New York: el mundo ha vivido 843 grandes protestas entre 2006 y mediados de 2013
Las revueltas, a diferencia del concepto clásico de revolución, no son ya siempre sinónimo de toma del poder. Diferentes autores apuntan al nacimiento de una nueva era de carácter insurreccional
Si Karl Marx levantara la cabeza estaría absolutamente desconcertado: las revueltas sacuden el mundo, renacen en los lugares más inesperados, pero casi ninguna toma el poder. Las condiciones objetivas para la rebelión son tan nítidas como en el siglo XIX: pero pocas protestas desembocan en el significado literal de revolución, ese "cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación". Además, el proletariado parece no tener la sartén revolucionaria por el mango. Ni la lucha de clases parece ser el leitmotiv de la oleada de estallidos sociales que se repiten desde la Primavera Árabe. Un nuevo sujeto político – más difuso, más heterogéneo, más inclasificable – desdibuja las definiciones y fronteras formales de las revoluciones.
Vivimos la era más agitada de la historia – más intensa que 1848, 1917 y 1968 – según el estudio World Protest 2006-2014, de Initiative for Policy Dialogue y Friedrich Ebert Stiftung New York. Navegamos en un océano político inestable, sobre ráfagas de protestas que estallan como pop ups inesperados en la pantalla global: 843 grandes protestas, según dicho estudio, entre 2006 y mediados de 2013. El periodista británico Paul Mason ve un fuerte paralelo entre la actualidad y las olas de descontento de 1848 y 1914. El filósofo Alain Badiou vislumbra incluso un "renacimiento de la historia" en una nueva edad de "revueltas y levantamiento" después de un largo intervalo revolucionario. Protestas, estallidos, pop ups de indignación y esperanza. Pero el stablishment, en la mayoría de los casos, apenas se despeina.
El manifestante, como apunta Paul Mason, puede haber sido portada de Time, pero "ni una sola revuelta ha conseguido su objetivo". Y cuando las protestas del Passe Livre en Brasil alcanzan su objetivo inicial (la reducción de veinte centavos del precio del pasaje del transporte público), la multitud ya tiene decenas de nuevas peticiones: educación de calidad, transparencia, democracia participativa…
¿Vivimos la era más revolucionaria de la historia o en un preludio de descontento como el que llevaría a la secuencia de estallidos sociales de 1848? ¿La explosión está por llegar?
La principal causa de las revueltas es la 'Economía o las Medidas Antiausteridad' (488 del total). Las 'Organizaciones tradicionales' (sindicatos, organizaciones, ONGs) siguen siendo las más influyentes. Y la manifestación o marcha continúa siendo el formato más habitual (437 del total).
Pero algo líquido, atmosférico, intersubjetivo, está desajustando el orden establecido. La 'Democracia Real' aparece como segunda demanda más común (210 de las protestas). El 'fallo de la democracia representativa' es la causa de 376 de las revueltas. Y los 'Nuevos agentes de cambio' (entre los que se encuentran Occupy, 15M/ Indignados o Anonymous) son convocantes casi tan importantes como los sindicatos. Y las 'ocupaciones" y "asambleas" (219 del total) son ya el segundo formato más común, tras la manifestación clásica. La irrupción de los 'leaks' (filtraciones), como los de Irán y Afganistán de Wikileaks, las revelaciones de Edward Snowden o bases de datos de políticos divulgadas por Anonymous en el inicio de la Revolución de los Jazmines de Túnez acaban de completar el intrigante nuevo paisaje.
"El Estado es institucional y estático; la revolución es fluida y dinámica". La frase, usada por Emma Goldman en 1924 para describir cómo el "Estado asesinó a la Revolución Rusa", podría ensanchar el campo semántico de la revolución en el siglo XXI. Una revolución líquida, subterránea, simbólica, está corroyendo los cimientos del Estado. Y prefiere lo lateral, lo asimétrico, a los territorios sólidos y delimitados de la política convencional.
al vez hayamos entrado en una nueva edad de resistencia, como apunta Costas Douzinas. Una era con nuevas "formas, estrategias y sujetos de resistencia". Una nueva era insurreccional protagonizada por un sujeto social difuso, transversal, interclasista, transnacional.
Marx estaría confuso. Aunque tal vez disfrutase con la viralidad insurreccional del siglo XXI. Y tal vez entendiera al vuelo que la 'masa' y la clase proletaria están dando paso a un nuevo cuerpo colectivo, a una multitud que se dispersa y reconfigura cambiado el mundo sin tomar el poder, como preconizaba John Holloway. Una multitud sin rostro ni líderes que está sustituyendo las piezas del sistema sin modificar su sistema operativo de forma súbita. Un multitud, resiliente y mutante, que aunque no tome el poder encuentra las brechas del sistema (hackeo) para sembrar las semillas del nuevo mundo.La revolución simbólica rueda sin freno, de las redes a las calles, transformando un grito cualquiera en una revuelta multicausa, como ocurrió en el Gezi Park de Estambul o en las protestas del Passe Livre en Brasil. No es por veinte centavos (la petición inicial), es por derechos.
Las revueltas, a diferencia del concepto clásico de revolución, no son ya siempre sinónimo de toma del poder. Diferentes autores apuntan al nacimiento de una nueva era de carácter insurreccional